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15 mar 20
Esta profesora, de 33 años, recuerda que antes del accidente solía ir a correr por el campo, practicaba hípica, jugaba a tenis y montaba en bicicleta. No obstante, ella misma admite que en aquella época no centraba sus esfuerzos en divertirse. “Después del accidente me di cuenta de que no había disfrutado el camino. No había dedicado tiempo a qué es lo que a mí me gustaba hacer”, reconoce.
Aunque no recuerda muy bien lo que pasó el día que su vida cambió por completo, aún guarda la imagen de la ambulancia y del hospital con su hermano y su padre ejerciendo de guardianes. Ellos se encargaron de tranquilizarla cuando despertó y en ese preciso instante se dio cuenta de que no tenía pies.
Pasó mes y medio hospitalizada, tuvo que afrontar tres operaciones en los muñones y nueve meses en silla de ruedas, circunstancias que vivió con la incertidumbre de no saber si volvería a caminar.
Al llegar a casa, se encontró con dificultades añadidas. No podía alcanzar las cosas que se encontraban en los estantes más altos o tenía que mirar a las personas desde abajo. Transcurrido el tiempo de rehabilitación, se dio cuenta de que había perdido “esa chispa, la sensación de satisfacción que te da el deporte”, asegura. No se lo pensó dos veces, se lanzó a la aventura y consiguió unas prótesis especiales para correr.
Tal y como reconoce Sara, el atletismo cambió por completo su vida y su forma de entender el mundo: “lo que más me atrae del atletismo es la sensación de libertad, de agilidad, de sentirte fuerte, potente… Eso antes no lo sentía”. Aunque siempre conserva el objetivo de conseguir sus metas personales, se enfenta como otros deportistas a los miedos previos a cada campeonato. “En grandes competiciones lo suelo pasar mal. He tenido el pensamiento de ‘¿Qué hago yo aquí?’, pero después siempre me digo a mí misma ‘disfrútalo’”, añade.
Mientras entrenaba para los Juegos de Río, otro obstáculo se interpuso en el camino de Sara Andrés: un cáncer de tiroides frenó su entrenamiento durante 6 meses. Aunque al final consiguió llegar a la meta: “Haber disputado los Juegos Paralímpicos era una demostración de que era capaz de conseguirlo”. La atleta, medalla de bonce en los Mundiales de Atletismo de Londres 2017, guarda un recuerdo para su madre, que falleció: “Pienso que lo hago por ella, para que esté orgullosa de mí”.
Por otro lado, las personas con algún tipo de discapacidad se tienen que enfrentar a muchos prejuicios en su día a día. Por suerte, Sara es profesora infantil y los ojos de los niños esconden miradas que los adultos no alcanzan a ver. “Los niños se asombraban de ver las prótesis y pensé que no tenía que ser así, que la sociedad tendría que verlo normal”, afirma. Y asegura que “en España cada vez hay más visibilidad para el deporte paralímpico”, aunque insiste en que queda mucho por hacer en este sentido.
A pesar de todo lo que ha enfrentado Sara, ha salido airosa de las dificultades y cada problema lo ha convertido en una victoria. “Yo antes no era tan positiva ni disfrutaba tanto de la vida. Todo tiene un lado positivo. Es un lema en mi vida. Ver lo bueno y lo malo. Todo tiene un lado positivo”, concluye.
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