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23 jul 19
Es el caso de Antonio Pérez. Este médico granadino es jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica del Hospital Universitario La Paz, en Madrid. Pero no siempre tuvo claro que se dedicaría a la investigación y tratamiento del cáncer infantil. Cuando estudiaba Bachillerato era un apasionado de Félix Rodríguez de la Fuente, le llamaba la atención la biología y todo lo relacionado con ella. Sin embargo, fue a raíz del cáncer de su padre cuando se decidió por la medicina. Años más tarde, sería otra experiencia la que le llevaría hacia la pediatría, al participar en una actividad de la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer). Ahí conoció el caso de una niña, Patricia, que le marcó y le hizo descubrir qué era lo que quería hacer en la vida, dándose cuenta de que “no podía hacer otra cosa que no fuera ayudar a los niños con cáncer”.
Por eso, decidió centrar sus esfuerzos en reunir todos los recursos posibles, tanto tecnológicos como humanos, para desarrollar una unidad de investigación sobre cáncer infantil y poder aumentar al máximo el éxito de los tratamientos, estudiando nuevas vías y terapias que pudiesen ofrecer resultados satisfactorios. Su trabajo y el respaldo de la Fundación CRIS han permitido financiar la Unidad CRIS de Terapias Avanzadas en la 8ª planta del ala Materno-Infantil del Hospital Universitario La Paz.
Esta pasión inquebrantable por mejorar y ayudar a los niños es lo que alimenta el espíritu de Antonio. Tiene el firme convencimiento de que para avanzar en este campo es necesario desarrollar centros multidisciplinares que combinen ensayos clínicos, investigación y docencia, integrando la práctica clínica diaria como un pilar esencial para materializar los resultados.
La pasión, ese valor clave que Antonio comparte con Calidad Pascual, es según él fundamental para el día a día. Es la energía que le mueve a estar atento a cada oportunidad y el impulso que le hace fuerte en los momentos más duros.
Su trabajo es una carrera contrarreloj. No puede marcarse horarios, porque los pacientes necesitan que él y su equipo estén allí cuando haga falta. “Yo trato de ponerme en la piel de los padres y comportarme como a mí me gustaría que se comportaran conmigo”. Porque Antonio es, para los niños y para sus padres, algo más que el pediatra, igual que ellos son para Antonio mucho más que sus pacientes. Ese compromiso por encontrar un tratamiento y lograr que los niños puedan seguir con su vida sanos y enérgicos es más fuerte que cualquier otra cosa.
Por eso no cesa en su empeño de seguir investigando y desarrollando nuevas terapias, porque todavía son necesarias. “Es una enorme alegría ver a todos los niños a los que conseguimos curar, pero es el inconformismo lo que nos hace mejorar y trabajar para que ningún niño se vaya antes de tiempo, para que el porcentaje de superación de la enfermedad sea del 100%”. Este es el deseo de Antonio, el motivo que le empuja cada mañana a levantarse, a luchar por hacer de este mundo un lugar mejor en el que los niños nos acompañen y crezcan sanos y plenos de vitalidad.
Sin duda, un héroe anónimo que trabaja a diario para que las vidas de los más pequeños sigan resplandeciendo y creciendo, con pasión, entrega y compromiso. Haciendo gala de unos valores firmes e intachables que aportan calidad vital a raudales.
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